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sábado, 25 de agosto de 2012

UNA REFLEXIÓN COMPARTIDA.


 

 
CRISIS  POR AQUÍ CRISIS POR ALLÁ...

    A cada instante, en los medios de comunicación suenan las palabras malditas: crisis, recesión, intervención, prima de riesgo, recortes, subida de impuestos, bajada en picado de la  bolsa…

    Bueno, pero en ¿qué mundo vivimos? Es lo único que nos preocupa… La crisis de valores en los que se asienta la vida, la convivencia humana parece que a nadie le interesan.

    Colas kilométricas para la ayuda  que se reparte en muchas parroquias; colas interminables, para recoger la comida en los albergues de transeúntes, en  Cáritas y en casas religiosas.

    Familias enteras  necesitan una ayuda inmediata que no puede esperar a mañana, porque el hambre de los niños es de hoy.

¿Qué está pasando? ¿Qué está ocurriendo?  ¿Sólo crisis económica o hay algo más? ¿No estaremos pagando el egoísmo, el afán de acaparar, más de la cuenta, sin pensar en el vecino? ¿No será que se nos ha olvidado aquello de compartir?

    Algo fuerte creo  que está ocurriendo en nuestra sociedad, (y yo sin enterarme)... Nuestra sociedad está enferma, pero no de anemia sino de valores básicos sobre los que siempre se construyó la convivencia de los seres humanos.

    Paradójicamente, los que tenían mucho, ahora tienen más; los que tenían poco ahora tienen  menos.

    El primer mundo se está alejando tanto, que está perdiendo de vista el tercer mundo; a ese mundo que desde que se levanta hasta que se acuesta siempre está en crisis.

    Los ricos, más ricos, los pobres más pobres; parece que no nos interesa  aprender a repartir; a lo mejor  eso  de compartir es un valor en alza para los que nada tienen para repartir.

    Algo grave está pasando, para que la tristeza y el desaliento se hayan adueñado de nuestra sociedad.

    Faltan los valores de siempre por eso   estamos en crisis; falta  generosidad,  compartir, compadecer, ayudar, sanar heridas, sanar corazones enfermos de soledad.

     Ancianos abandonados en el piso, 7º, el 4º o el 3º de cualquier ciudad; nadie sabe nada sólo cuando ya no tienen remedio. Y aparece algún caso en los medios…

    Pero a pesar de todo, vamos a levantar si podemos el ánimo; no todo es desaliento. Aún hay seres humanos que no se han quedado atrás, que están ahí, donde haya una herida que curar, una lágrima que enjugar, un trozo  de pan para ofrecer…

    ¡Cuántos voluntarios, en albergues, en centros de acogidas de Cáritas, que emplean su tiempo y su dinero en la medida que pueden, al servicio de los más necesitados de este mundo.

    Lo vi con mis propios ojos, y también cuando pude, participé de esa solidaridad. En la ciudad de san Fernando en Cádiz, las hermanas de la caridad del Hospital de la Marina, San Carlos, en comunión con el párroco de la barriada de la quesería, atendían un albergue; muchas comidas y cenas se repartían a diario en ese centro; ropa, calzado, lo que necesitaban.  Todo gracias a los donativos y la generosidad de las buenas personas que nunca faltan.   En silencio, sin tocar la trompeta, sin reportajes en prensa, solo con el deseo de ayudar a los más necesitados, como Jesús hizo y enseñó.

    Aún quedan valores, sobre todo, el supremo valor el de la caridad; “A los pobres siempre los tendréis con vosotros,” en las puertas de las iglesias, en  los centros de acogida y ayuda, donde quiera…

          Los bancos,  nunca fueron un albergue de transeúntes ni centros de beneficencia; con la crisis, cerraron el  grifo y a todos nos han cogido con el paso cambiado y ¿ahora qué?  Nos creíamos dueños de nuestro propio destino, y ahora resulta que nos morimos de sed de dinero, como si los problemas y los males que nos aquejan se solucionara con el vil metal,   ese billete lila que dicen que es de 500 e
FLORENTINO GOMEZ.     AZUL Y NIEVE.

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