CRISIS POR AQUÍ CRISIS
POR ALLÁ...
A cada instante,
en los medios de comunicación suenan las palabras malditas: crisis, recesión,
intervención, prima de riesgo, recortes, subida de impuestos, bajada en picado
de la bolsa…
Bueno, pero en
¿qué mundo vivimos? Es lo único que nos preocupa… La crisis de valores en los
que se asienta la vida, la convivencia humana parece que a nadie le interesan.
Colas kilométricas
para la ayuda que se reparte en muchas
parroquias; colas interminables, para recoger la comida en los albergues de
transeúntes, en Cáritas y en casas
religiosas.
Familias enteras necesitan una ayuda inmediata que no puede
esperar a mañana, porque el hambre de los niños es de hoy.
¿Qué está pasando? ¿Qué está ocurriendo? ¿Sólo crisis económica o hay algo más? ¿No
estaremos pagando el egoísmo, el afán de acaparar, más de la cuenta, sin pensar
en el vecino? ¿No será que se nos ha olvidado aquello de compartir?
Algo fuerte
creo que está ocurriendo en nuestra sociedad,
(y yo sin enterarme)... Nuestra sociedad está enferma, pero no de anemia sino de
valores básicos sobre los que siempre se construyó la convivencia de los seres
humanos.
Paradójicamente,
los que tenían mucho, ahora tienen más; los que tenían poco ahora tienen menos.
El primer mundo se
está alejando tanto, que está perdiendo de vista el tercer mundo; a ese mundo
que desde que se levanta hasta que se acuesta siempre está en crisis.
Los ricos, más
ricos, los pobres más pobres; parece que no nos interesa aprender a repartir; a lo mejor eso de compartir es un valor en alza para los
que nada tienen para repartir.
Algo grave está
pasando, para que la tristeza y el desaliento se hayan adueñado de nuestra
sociedad.
Faltan los valores
de siempre por eso estamos en crisis;
falta generosidad, compartir, compadecer, ayudar, sanar heridas,
sanar corazones enfermos de soledad.
Ancianos abandonados en el piso, 7º, el 4º o
el 3º de cualquier ciudad; nadie sabe nada sólo cuando ya no tienen remedio. Y
aparece algún caso en los medios…
Pero a pesar de
todo, vamos a levantar si podemos el ánimo; no todo es desaliento. Aún hay
seres humanos que no se han quedado atrás, que están ahí, donde haya una herida
que curar, una lágrima que enjugar, un trozo de pan para ofrecer…
¡Cuántos
voluntarios, en albergues, en centros de acogidas de Cáritas, que emplean su
tiempo y su dinero en la medida que pueden, al servicio de los más necesitados
de este mundo.
Lo vi con mis
propios ojos, y también cuando pude, participé de esa solidaridad. En la ciudad
de san Fernando en Cádiz, las hermanas de la caridad del Hospital de la Marina,
San Carlos, en comunión con el párroco de la barriada de la quesería, atendían
un albergue; muchas comidas y cenas se repartían a diario en ese centro; ropa,
calzado, lo que necesitaban. Todo
gracias a los donativos y la generosidad de las buenas personas que nunca
faltan. En silencio, sin tocar la
trompeta, sin reportajes en prensa, solo con el deseo de ayudar a los más necesitados,
como Jesús hizo y enseñó.
Aún quedan
valores, sobre todo, el supremo valor el de la caridad; “A los pobres siempre
los tendréis con vosotros,” en las puertas de las iglesias, en los centros de acogida y ayuda, donde quiera…
Los bancos, nunca fueron un albergue de transeúntes ni
centros de beneficencia; con la crisis, cerraron el grifo y a todos nos han cogido con el paso
cambiado y ¿ahora qué? Nos creíamos
dueños de nuestro propio destino, y ahora resulta que nos morimos de sed de dinero, como si los problemas y
los males que nos aquejan se solucionara con el vil metal, ese
billete lila que dicen que es de 500 e
FLORENTINO GOMEZ. AZUL Y NIEVE.
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