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miércoles, 24 de julio de 2013

LA VIDA DE UN PAYASO...


LA VIDA DE UN PAYASO.
 
 

Él estaba solo, amaneciendo entre sombras dormidas. Entre el silencio de su soledad y el abrigo de su sonrisa desnuda. Entre La dureza del camino y la fragilidad de su rostro.

Miró hacia el cielo y comprendió que alguien le había vestido el corazón con ternura. Que alguien dibujó una silueta viva y gris en sus labios trémulos.

Él no entendía de batallas ni de arsenales, él solamente estudiaba la geometría de una flor o una paloma rasgando la vestidura azul del cielo, o simplemente llorar de alegría sin límites con todo su entorno.

Conocía eternamente las calles mojadas, su sombra cansada y su equipaje. Nada más, no tenía nada más; pero dentro de su sonrisa lo tenía todo. Una siembra de ilusiones, entusiasmo, sueño y cuna entre lo infantil y la inocencia de un niño.

Supo abrillantar sus torpes zapatos con la luz mágica de una noche de estrellas.

Y en esos caminos que esconden su resplandor hacia la memoria, dejó rodar una lágrima… una lágrima que viajó hacia donde habitan los niños limitados, los que mueren con el lenguaje del frío y del silencio como abrigo, los que enfermos cierran sus ojos gritando desde su inocencia la ausencia de una madre.

De aquellos que pueblan las ceras de nieve pidiendo el calor de las manos y los dedos…

Y… lloró, sí,  lloró las guerras y el grito de su violencia y el quebrar de su flor, de su sonrisa de sus niños…

Navegó y navegará siempre por caminos inhóspitos, pero nunca caminos extraños.

Él recorrerá horizontes mojados por rayos etéreos y recorrerá imborrable, los confines eternos del mayor de los lenguajes: el lenguaje del amor, de la paz, de la alegría, sin límites…

El siempre eterno lenguaje de dar sonrisas, sabiendo caminar con su silencio…

(José Manuel Azabál )

 

 

 

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