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jueves, 28 de marzo de 2013

LA SEMANA SANTA EN PINOFRANQUEADO

                                      JUEVES SANTO
  SEMANA SANTA.
 
     La semana era otro tiempo, muy especial en mi estancia en Pinofranqueado. Era una semana muy intensa en todos los sentidos.
     Los días más fuertes era el triduo pascual: jueves, viernes y sábado santo. Estos días eran totalmente dedicados a la parroquia.
    Se terminaba muy cansado, de actos, charlas, sermones, rezos, procesiones….
     Tengo que confesar públicamente que el jueves santo era para mí el día, más emotivo, de muy  fuertes emociones.
     Jamás olvidaré la  SANTA MISA, el último jueves santo, que celebré en la parroquia. Fueron tantas experiencias muy íntimas que tuve…que...  Cada vez que lo recuerdo, no puedo por menos llorar. Fue la semana santa año 1992.
      Fue un día cargado, de una fuerte vivencia de fe, esperanza y caridad. Lo celebré al borde de las lágrimas en todo momento, pasé toda la misa haciendo esfuerzos por no echarme a llorar públicamente ante la iglesia abarrotada de fieles.
     Confieso públicamente, que esa celebración la viví segundo a segundo con una fuerte emoción, motivada por todo lo que yo llevaba muy dentro de mí y que jamás nadie podrá saber, porque jamás lo podré expresar.  Se quedarán para siempre en el santuario de mi corazón y cuando llegue a la otra orilla de la vida,  me encuentre con Dios, a lo mejor se lo podré explicar, aunque no será necesario….  Es el día más sagrado.   Todo ser humano debería vivir y celebrar con toda la dimensión e intensidad con que aparece relatado en la Biblia.
    Voy a hacer otra confesión:
    -A pesar de mi vida tan azarosa.
    -A pesar de todos mis contratiempos.
    -A pesar de mi pobreza y miseria espiritual.
    -A pesar de todos los pesares… cuando llegara el final de mi vida quisiera, que la iglesia me dejara celebrar, y vivir una misa del jueves santo. 

   Después  cantaría desde lo más profundo de mí ser, el  Nunc dimittis”

   Y ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz,
Porque mis ojos han visto al salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos…
Luz de todas las naciones,
­y gloria de tu pueblo de Israel.”  (Lucas (2, 29-32)
     Son palabras del profeta Simeón. Por un momento las haría mía al paso de esta orilla de la vida a la otra  de la vida eterna.
VIERNES SANTO
 
    El viernes santo lo recuerdo como un día, sobre todo por la tarde cargado de infinita tristeza celebrando la muerte del Redentor. La iglesia despojada de todo adorno, el cura vestido de rojo pasión,  postrado en tierra en medio del pueblo.  Un silencio elocuente… todo, todo hablaba de pasión, cruz, clavos, sangre, humillación. Hasta el grupo musical el Pescador, amainaba sus voces, que solo arreciaban, cuando los fieles en  hilera interminable se dirigían a paso, lento y acompasado a adorar la santa cruz, “El madero donde Cristo está clavado”…
    Otro momento muy emotivo e intenso era la vigilia pascual del sábado santo a media noche; los que asistíamos era una experiencia muy cercana y  emotiva.  El volteo de las campanas a las doce de la noche, el refrigerio en el salón parroquial… todo invitaba a la alegría desbordada, al aleluya exultante.
    El broche final de las celebraciones de semana santa se ponía  el domingo de resurrección por la tarde. Los lugareños tenían la costumbre de marchar al campo para comer con la familia y los amigos  el típico hornazo y otras viandas. El  hornazo estaba relleno de embutido, jamón chorizo y para remate en el medio el famoso huevo cocido con su cáscara y todo… Algún alma piadosa siempre se acordaba de los señores curas y le preparaban uno de los más grandes. Eran detalles para no olvidar nunca…
 
TOMADO DE MI LIBRO      "TE QUIERO CONTAR"
Autor: Florentino Gómez
 

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