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lunes, 3 de septiembre de 2012


LLORANDO VOY, LLORANDO VENGO…


    El sábado cuando nos dirigíamos a la misa en la parroquia de pueblo, por el camino observamos con cierta curiosidad, porque la curiosidad se vende barata; cómo una señora, calle arriba, calle abajo, lloraba desconsoladamente, con el móvil pegado al oído. ¿qué le pasará?, curioso que es uno…

     A la salida de la iglesia, en la misma puerta, la vemos de nuevo,  seguía de igual manera llorando de forma desconsolada.

    Por fin nos enteramos de su pena, varias señora al salir de la iglesia le ponían la mano en el hombro intentando consolarla como podían; si de alguna manera se puede consolar a una mujer que hace dos meses que ha perdido  a su marido. Nos dicen que se pasa el día llorando y también la noche; se ha quedado sola y desconsolada, ¡pobrecita! ahora lo entendemos todo. No es para menos, sus hijos viven fuera, y se siente muy sola; Es un dolor inmenso el perder al ser más querido sin posibilidad de un reencuentro; ¡cómo debe de doler en el corazón esa pérdida!; el corazón queda sangrando, por dentro, con una herida que nunca cicatrizará.

    Escuché una vez: tanto amas, tanto sufres, la medida del amor es la medida del sufrimiento; a pesar de todo seguimos amando a rabiar y seguimos sufriendo cuando perdemos a la persona amada, también a rabiar. AZUL Y NIEVE.

    Florentino

 

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